jueves, 8 de septiembre de 2011

las cosas

Humilde crónica la del bondi feliz.


Una mañana gris

su conductor lo abandonó.

Lo dejó tirado a la vuelta de mi casa

y no volvió más por él.


Pero las cosas no se pierden

(tan sólo cambian de dueño),

por eso fue adoptado por los vecinos

y ahora es patrimonio barrial.


El bondi no es

chatarra

basura

ni estorbo para nosotros

los de barrio Observatorio.


La gorda del almacén,

que da mandarinas de vuelto,

dice que pervertidos lo usan de bulo;

mientras la escucho, cierro los ojos y me ratoneo un cacho.


Los pibes lo usan como arco

y juegan al 25

y el que pierde paga la coca.


El martes

pasé eufórico por ahí y la vi,

más redonda que nunca,

perfectamente acomodada.


Como soy más grandulón la medí sin permiso

y le entré chancha, con precisión, abajo a un costadito,

donde un portero jamás llega.


Me parece que el arquerito se quedó medio asustado porque le fundí.

Yo me fui corriendo a casa: me sentía Riquelme.



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