martes, 3 de abril de 2012

El papo de la Yuta



El papo de la Yuta.

Estaba en la cancha y, al lado mío, un guaso aferrado al alambrado le agita al lineman: “¡Bajá la bandera, el papo de la Yuta!”.

Y uno, ante semejante versatilidad en la composición del insulto, no puede menos que abstraerse del partido, cerrar los ojos; y tratar de hacerse al menos una representación mental de lo que acaba de escuchar: el papo de la Yuta.

En ese instante, trato de imaginarme a la Yuta en toda su femineidad, particularmente me concentro en la figura de su papo: del color de un moretón imagino al papo de la Yuta. Debe tener un clítoris recio. Y oler a encierro y a tabaco que se fuma para matar el tiempo.

No ha de ser peludo el papo de la Yuta; más bien depilado y con un fino bigote. Seguramente sangra con mayor frecuencia que el resto de los papos y, cuando ocurre, usa un cartucho de tampón.

Y aún siendo histérico (como todos), es muy probable que por las noches, cuando las luces se apagan y los barrotes se enfrían, le haga el amor a un ladrón el papo de la Yuta.


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