Humilde crónica la del bondi feliz.
Una mañana gris
su conductor lo abandonó.
Lo dejó tirado a la vuelta de mi casa
y no volvió más por él.
Pero las cosas no se pierden
(tan sólo cambian de dueño),
por eso fue adoptado por los vecinos
y ahora es patrimonio barrial.
El bondi no es
chatarra
basura
ni estorbo para nosotros
los de barrio Observatorio.
La gorda del almacén,
que da mandarinas de vuelto,
dice que pervertidos lo usan de bulo;
mientras la escucho, cierro los ojos y me ratoneo un cacho.
Los pibes lo usan como arco
y juegan al 25
y el que pierde paga la coca.
El martes
pasé eufórico por ahí y la vi,
más redonda que nunca,
perfectamente acomodada.
Como soy más grandulón la medí sin permiso
y le entré chancha, con precisión, abajo a un costadito,
donde un portero jamás llega.
Me parece que el arquerito se quedó medio asustado porque le fundí.
Yo me fui corriendo a casa: me sentía Riquelme.
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